Una lectora, ante los acontecimientos generados por la tormenta de nieve, decidió resaltar el tiempo donde las nevadas eran persistentes e intensas, cuando entonces también existían dos sociedades muy marcadas. Ella, en esta carta, refleja aquella sociedad de antiguos pobladores

Leo a muchos como ven al invierno en la actualidad. Que la energía, que el agua, que Internet y los árboles que se caen, entre otras.
Contingencias climáticas eran las de hace 40 años atrás, viviendo en la pobreza el invierno de la cordillera.
En El Bolsón el único medio de comunicación era radio nacional; eso si tenias pilas. Cuando se agotaban nosotros, que éramos niños, teníamos la tarea de ponerlas sobre la salamandra para calentarlas porque se decía que así se reutilizaban.
En esa radio, se escuchaba como la gente que estaba en el cerro podía esquiar, que el chocolate caliente, que la torta casera, que los esquíes en fin, era como un cuento.
Nevaba como para invernar.
La ventana no era ventana porque que la nieve la tapaba y no dejaba que veas hacia afuera. Abrías la puerta y la nieve entraba a tu hogar como una cascada.
Mis padres no dormían; salían de cualquier modo a sacar la nieve del techo; esa tarea era fundamental porque te podía desmoronar tu humilde casa. Nadie venía a asistirte, de ninguna manera.
Habían familias totalmente sustentables porque en verano y otoño eran los momentos para juntar nueces, manzanas, hongos, castañas, los frutos de las mosquetas y algún otro yuyo, como la carqueja y el eucalipto, entre otras: eran las medicinas por si te enfermabas.
Los repollos, las papas, zanahorias y zapallos eran de la huerta, que si o si estaba presente en toda casa; la tarea era muy laboriosa. Los niños también, debíamos juntar todo lo que sea “aromáticas. Y todo, eran conservados, enterrados en aquella despensa bien resguardada de la intemperie.
Si en el verano daba para las changas se compraba entre uno o dos sacos de harina, la grasa, azúcar, cascarilla, yerba y polenta, los fideos los hacia mi mamá. La ración de esas provisiones era la clave para pasar el invierno. Era la reserva exclusiva para espera la llegada del invierno.
Se comía como para sobrevivir, diría hoy.
En las tardes de invierno se solía salir a poner trampas para cazar liebres, esa era la carne fresca. Por las noche, se podían escuchar el ruido de los árboles cuando caían. Esos eran los que luego servirían para calefacción del próximo invierno.
Eramos muchos los que no teníamos servicios como la energía y el agua. La energía eran las velas, el aceite o un combustible llamado kerosene para preparar las lámparas con lo cuales se alumbraba el hogar.
El Agua se extraía de una vertiente. Era la fuente atesorado.
Aquellos inviernos eran eternos: Nadie se enteraba “de las contingencias climática”. Si alguna familia la pasaba mal, muy pocas veces nos enterábamos; no por que no interesara sino porque vivíamos aislados… Vivimos otros tiempos, es verdad!
Hoy, cada uno de nosotros, con los recursos que tenemos, podemos sortear los inviernos de la actualidad. Años atrás nos adelantábamos, no se improvisada. Había que esperar el invierno. Por eso acopiábamos los alimentos, la leña, la medicina y los abrigos, entre otras tantas cosas.
Agradezco a mi padres la enseñanza de esa laboriosa tarea y que alguna manera, con sus formas me enseñaron a sobrevivir, no a uno, sino a muchos inviernos en El Bolsón.