UNA HISTORIA DE 38 AÑOS DESDE LA APARICIÓN A GLADYS MOTTA |
El 25 de septiembre de 1983, Gladys Motta comenzó a recibir mensajes de la Virgen. En el lugar donde cayó un rayo, hoy se erige el santuario que cada año recibe cientos de miles de creyentes. Los extraños acontecimientos que rodean el caso y la decisión de la Iglesia de no revelar más qué le dice María a la fiel nicoleña.
Cada 25 de septiembre la tranquila ciudad de san Nicolás de los Arroyos, en la provincia de Buenos Aires, se convierte en uno de los centros de peregrinación marinos más importantes de la región Bonaerense.
En el año 2003 se congregaron 400.000 personas. Llegaron peregrinos de todas las provincias de Argentina, con grupos de más de 1000 personas que recorrieron a pie los 240 km que separan San Nicolás de la ciudad de Buenos Aires.
El 25 de septiembre de 2013 llegaron a la ciudad 500.000 personas. Pero ¿Por qué los peregrinos concurren a esa ciudad en las riberas del Paraná? Porque ese día se conmemora las apariciones a la Sra. Gladys Herminia Quiroga de Motta de la Virgen María, bajo la advocación de Ntra. Sra. del Rosario.
Antes de comenzar a explicar la historia de las apariciones en San Nicolás, hay que aclarar que entiende la Iglesia Católica sobre este tipo de fenómenos.
La Iglesia católica enseña, ante todo, que la revelación oficial pública se cerró con la muerte del último de los apóstoles y que el depósito a ella confiada contiene todo lo que es necesario creer y practicar en orden a la salvación eterna.
Sin embargo, no niega la posibilidad de revelaciones privadas (apariciones, visiones, mensajes) de Dios y de los santos y en particular de Nuestra Señora. En el pasado, frente a tales hechos, se ha mantenido muchas veces en completa indiferencia; muchas veces ha intervenido para desaprobar neta y enérgicamente y muy pocas veces ha dado una explícita aprobación a las revelaciones o apariciones.
Pero estos hechos no son fundamentales e imprescindibles para que el creyente llegue a la única fe que es en Cristo. Por tanto, puesto que se trata de revelaciones o apariciones que no son absolutamente necesarias, pero que a lo más son solamente útiles al pueblo cristiano en las diversas circunstancias históricas, la Iglesia no tiene jamás prisa por juzgarlas.
El Papa Benedicto XVI, sugirió un camino para poder considerar una aparición como certera: 1) La persona del vidente, 2) El contenido de la visión o aparición, 3) La naturaleza o forma de la visión o aparición, 4) La finalidad de la visión o aparición. Una vez estudiados estos puntos importantes, en los cuales participan no solo sacerdotes, sino también médicos, psicólogos, psiquiatras y otras personas afines, se puede llegar a un veredicto sobre el tema en cuestión. Y es el Obispo del lugar y no la Santa Sede, como la mayoría de los fieles creen, que da el sigilo de veracidad a una aparición.
El Obispo es quien debe velar por la piedad de los fieles. A él pertenece, por tanto, tomar las medidas cuando se trata de juzgar supuestas apariciones o visione en su diócesis, y no tiene por qué acudir a la “congregación para la doctrina de la fe” en Roma para certificar su juicio. Puede, eso sí, solicitar ayuda para discernir alguna cuestión y la Congregación lo asistirá, a modo de sugerencia. Por eso decir que tal o cual manifestación mariana fue aprobada por el Vaticano es un error.
Un católico puede creer o no que hubo tal o cual aparición o manifestación privada, que no le quita ningún mérito a su fe. Lo que sí está obligado a profesar es en los dogmas de la fe y en la manifestación pública de esta doctrina. Y también debe tener muy en claro que la devoción a la Virgen María es de “hiperdulía” es decir el culto que se da a la Santísima Virgen María como mediadora ante Dios, y que la Virgen no hace milagros, solo interceda en grado sumo.
También es válido aclarar que las imágenes, cuadros, iconos y demás objetos de veneración, no son más que recordatorios, sin ningún poder. Los católicos, ortodoxos y algunas ramas de la Iglesia Anglicana no “adoran estatuas”, eso sería idolatría.
Para explicarlo mejor: es como mirar las fotos de nuestros seres queridos que no están y darles un beso, nadie pensaría que ese papel son los seres queridos, sino que al hacerlo, demostramos nuestro afecto y nuestro cariño por aquellos que no están o están lejos.
Fuentes Varias