Opinión | La Patria también es lo que construimos en casa
Y sin embargo esta mañana no se apagó el Sol y el mundo sigue andando. Como esta noche seguirán taladrándonos las preguntas de siempre cuando nos vayamos a dormir y pongamos la mejilla sobre el lado frío de la almohada: ¿me alcanzará el sueldo para renovar el contrato de alquiler? ¿podré pagar el colegio de los chicos el año que viene? ¿y la prepaga? ¿me voy del país o me quedo?
Como seguirán también los pedidos de Justicia de la viuda de Carlos Mattias, el chofer del Uber asesinado en La Matanza por dos pasajeros que le robaron el celular. Y los de la familia de Rafael Pardo, el jubilado baleado por motochorros al salir de una farmacia en Ramos Mejía. Y los de….
Como seguirán “trabajando” los espías con el toma y daca de cada día. Y todos los “Chocolates” de la vida.
El mundo sigue, seguirá andando, y algunos chicos seguirán preguntando hoy lo que vienen preguntando desde hace un año: hasta la banalidad de cuándo vamos a tener la camiseta de las tres estrellas que no aparece en las vidrieras por falta de dólares o está carísima.
Porque a la edad de la inocencia, se sabe, solo alcanzaba el vaho en los cristales para escribir con el dedo nuestros sueños. Pero al crecer vamos limpiando el vaho con la manga de la camisa para sencillamente mirar por la ventana. Y lo que vemos hoy es una sociedad agotada y partida. Pero a pesar de todo el Sol volvió a salir en este feriado que nos recuerda que es el Día de la Soberanía Nacional, por aquello de la Vuelta de Obligado y los soldados que enfrentaron al ejército anglo-francés que pretendía colonizar nuestro territorio.
¿Será por fin la hora de salir del paréntesis en el que metimos nuestra vida cotidiana durante tanto tiempo de agonía e incertidumbre?
¿O el país seguirá siendo -como decía el poeta maldito Charles Baudelaire- un hospital en el que cada enfermo está poseído solo por el deseo de cambiar de cama?
Como sea, ahora es tiempo de poner los pies descalzos sobre el piso, correr las cortinas y abrir las ventanas. De salir a colgar la ropa en la terraza, de cortar el césped del jardín y de tender el mantel sobre la mesa para compartir el desayuno del nuevo día. Porque la vida sigue. Y porque cuanto todo acabe tal vez muy pocos echaremos de menos los grandes acontecimientos como el de ayer, si no el simple perfume del café con las tostadas. La Patria, después de todo, también es lo que construimos en casa, en familia, a pico y pala, más allá de si votamos bien, mal o con el estómago.
Todavía hay tiempo de convertir la indignación, la alegría o la apatía con la que nos despertamos hoy en una herramienta común poderosa. Cuarenta años de democracia es un logro que supimos conseguir todos los argentinos. Ese es el pulso de la esperanza. Y de las nuevas generaciones.